Opinión.- El siglo XIX fue particularmente complejo para el país, las guerras civiles desangraron por completo al ciudadano y a la economía nacional, salvo algunas zonas que estaban aisladas y cuyo comercio dependía netamente de otros factores, incluso los fronterizos. Este caso se dio sobre todo en el Táchira, un lugar que había mutado para sobrevivir y crecer de la mano de la frontera colombiana y los accesos al sur del Lago de Maracaibo para el transporte de mercancías desde y hacia Europa.

Para entonces, Venezuela que era una nación despedazada, intentó una infructuosa unificación de la mano del gobierno del General Antonio Guzmán Blanco, quien no era muy apreciado por los andinos. Los tachirenses quienes querían integrarse a la vida nacional desde su aislamiento rechazaban todo tipo de subordinación al gobierno de Caracas.

Guzmán en su intento de forzar la integración de los andinos comete el grave error de reemplazar las autoridades públicas del Táchira por funcionarios provenientes del oriente del país, la furia y el odio hacia Guzmán fue total, y más en una sociedad como la andina, profundamente celosa de sus costumbres y su regionalidad. La respuesta fue, que en 1881 en el pueblo de La Grita, un grupo armado entró a quemar las oficinas públicas, sacó a los funcionarios orientales y los humilló en la plaza pública mientras despedazaban el cuadro de Guzmán Blanco.

Estos antecedentes empiezan a encender la chispa de la revolución andina que estallará años después en 1899 y que marcará la mitad del siglo XX.