Opinión
El poder de las palabrotas
Calidad de Vida
29 de octubre de 2022
Opinión.- Tradicionalmente se ha considerado el uso de groserías, malas palabras o palabrotas como un signo de agresividad, de escaso dominio del lenguaje o incluso de poca inteligencia. Sin embargo, en las últimas dos décadas este punto de vista ha cambiado como resultado de numerosas investigaciones sobre el cerebro y las emociones. Ahora disponemos de muchas pruebas que nos llevan a reconsiderar la naturaleza (y el poder) de las palabras groseras.

La gente suele asociar las malas palabras con la catarsis, es decir, con la liberación de emociones fuertes porque, sin duda, son expresiones diferentes y más potentes que otras formas de uso del lenguaje.

Estemos acostumbrados o no a decir malas palabras, es probable que muchos de nosotros recurramos a ellas de vez en cuando. Para estimar el poder de las palabrotas y averiguar de dónde proceden, se han realizado varios estudios, entre los más recientes destaca uno publicado por Lingua, el cual demuestra que el uso de palabras tabú puede afectar profundamente nuestra forma de pensar, actuar y relacionarnos.

En experimentos en los que se exigió a las personas que metieran una mano en agua helada, decir malas palabras les produjo un alivio del dolor. En este tipo de pruebas, vocalizar una palabrota provoca una mayor tolerancia al dolor y un mayor umbral de dolor en comparación con las palabras neutras. Otros estudios han encontrado un aumento de la fuerza física en las personas después de decir palabrotas.

Pero decir malas palabras no sólo influye en nuestro físico y nuestra mente, sino también en nuestras relaciones con los demás. La investigación en comunicación y lingüística ha demostrado que hay una serie de propósitos sociales distintivos de las palabrotas: desde expresar agresividad y causar ofensa hasta crear vínculos sociales, humor y contar historias. Las malas palabras pueden inclusive ayudarnos a gestionar nuestras identidades y a mostrar intimidad y confianza, así como a potenciar la atención y el dominio sobre otras personas.

Entre las revelaciones más curiosas, las investigaciones indican que es posible que las malas palabras muestren un patrón de memoria similar al de la música: recordamos y nos gustan más las canciones que escuchamos durante la adolescencia. Esto se debe a que, al igual que la música, decir groserías posiblemente adquiere un nuevo significado en la adolescencia. Se convierte en una forma importante de responder a las intensas emociones que solemos tener durante esta época, y en un acto que señala la independencia de los padres y la conexión con los amigos. De tal manera que, las malas palabras y las canciones utilizadas durante esta época pueden quedar vinculadas para siempre con experiencias importantes y muy memorables.

A pesar de tener un efecto tan notable en nuestras vidas, en la actualidad sabemos muy poco sobre el origen del poder de las malas palabras. Para llegar al fondo de por qué decir groserías tiene un efecto tan profundo en nosotros, se investiga la naturaleza de los recuerdos de las personas asociados a las palabrotas. ¿Cuáles fueron sus incidentes significativos con las malas palabras? ¿Las palabrotas tienen siempre consecuencias desagradables, como el castigo, o también tienen beneficios? ¿Qué pasa con las experiencias continuas de las personas con las malas palabras a lo largo de su vida? Al fin y al cabo, las investigaciones demuestran que decir malas palabras, a veces, puede ayudar a las personas a establecer vínculos entre ellas.

Uno de los aspectos más interesantes a tener en cuenta es si las malas palabras podrían perder su poder si se vuelven socialmente más aceptables y pierden así su carácter ofensivo. En este sentido, cabe recordar a Jacques Lacan, cuando planteó que ”la palabra basura no tiene mal olor”. Por ahora, sin embargo, las malas palabras siguen siendo consideradas como una falta de respeto.

Por Arnaldo Rojas



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VÍA NT
FUENTE Editoría de Notitarde