EN VENEZUELA FUE EL PEOR NAUFRAGIO DE AMÉRICA
Pocos saben que los restos de uno de los naufragios más grandes de la historia se encuentran a pocas millas de las costas de Aragua y Carabobo. He aquí la historia.
Hace 344 años, en el transcurso de la guerra franco-holandesa (1672/1678) el almirante francés Jean D’Estre partió desde una pequeña isla del Caribe llamada Saint Kitts and Nevis (antes conocida como San Cristóbal) ubicada al noreste de Venezuela y al este de Santo Domingo, con una poderosa flota de 18 buques de guerra con la finalidad de atacar y capturar las Antillas Holandesas (Aruba, Curazao y Bonaire), para de allí incursionar sobre Venezuela, en esos momentos colonia española. D’Estre contaba con unos 6000 soldados y marineros embarcados para su invasión.
La flota de la marina francesa de D’Estre estaba apoyada por algunos buques piratas que azotaban el Caribe, entre ellos el famoso Michele de Grandmont, que saqueó e incendió Trujillo y atacó también Maracaibo, Gibraltar y La Guaira y Charles Maintenon, quien también había incursionado sobre Venezuela.
Al enterarse de sus planes, los holandeses desde Curazao enviaron una pequeña flotilla a hacer frente al invasor.
La oscura noche del 3 de mayo se encontraron las dos flotas en las inmediaciones de las Islas de Aves o Archipiélago de Aves, también llamadas Isla de Aves de Sotavento, que son unos pequeños islotes deshabitados ubicados al oeste de Bonaire y frente a las costas de Carabobo y Aragua, al Este de Los Roques (no confundir con la Isla de Aves, la isla más septentrional de Venezuela, mucho más al Norte).
Durante el día, hay visibilidad a grandes distancias si el tiempo es bueno y los barcos se pueden comunicar por medio de banderines, pero en la oscuridad de la noche esto es imposible y cuando mucho pueden disparar sus cañones para dar algún tipo de señal.
Los holandeses maniobraron hábilmente y con luces desde sus pequeños barcos hicieron creer a los franceses que estaban frente a Bonaire, cuando en realidad estaban frente al pequeño archipiélago de Aves. D’Estre mordió el anzuelo y se dirigió a toda velocidad en su buque insignia “Le Terrible” hacia la trampa. “Le Terrible” no pudo evitar el arrecife, D'Estré ordenó que dispararan los cañones para advertir en la oscuridad al resto de la flota, pero las tripulaciones de los otros buques pensaban que habían trabado combate con los holandeses y fueron en su ayuda. Uno a uno, el resto de los buques de la flota golpearon el arrecife y encallaron.
Hay otra versión que dice que D’Estre ordenó que primero pasaran unos pequeños buques de poco calado, lo que lograron, pero dispararon sus cañones para advertir lo peligroso del arrecife, lo que fue interpretado por el almirante como si estuvieran combatiendo por lo que ordenó avanzar. Lo cierto es que allí quedaron destrozados junto a “Le Terrible”, “le Deffenseur”, “Le Prince”, “Le Belliqueux”, “Le Bourbon”, una nave hospital y muchos otros buques menores. La flota quedó diezmada. Se hundieron casi todos los barcos de guerra con 250 cañones de bronce y 300 de hierro. Unos 1200 hombres perdieron su vida según algunas versiones, otras dicen que sólo fueron 500. Con la pérdida de casi toda su flota, d'Estrées tuvo que regresar a Francia, pero siendo miembro de una familia rica y poderosa con grandes influencias en la corte fue exonerado de responsabilidad personal por el desastre.
En 1973 una expedición aficionada que partió desde el Club Náutico Playa Grande rescató, luego en arduo trabajo de 26 horas un cañón, siendo esta quizás la primera expedición venezolana sobre ese naufragio. Participaron Enrique, Gustavo y Zulay Conde, Gustavo y Gisela Montengro, junto a los marinos Jorge y Santiago, Nico y Mary Nanini, y el norteamericano Bill Buttler, con su hijo y Martin Nail, en el yate “Siboney”, quien trajo a tierra firme el cañón. Mas tarde en marzo de 1998 el explorador estadounidense Barry Clifford y Charles Brewer Carías encabezan, conjuntamente con la Armada venezolana, una expedición en la cual hallaron restos de la flota de D´Estrées (dos embarcaciones a 10 metros de profundidad, cañones de nueve pies de largo, anclas de quince pies de vástago frascos, botones, adornos de bronce).
Todavía deben descansar allí, frente a nuestras costas, muchas de aquellas reliquias, entre ellas algunos de aquellos 500 cañones, de los naufragios centenarios.
Luis Heraclio Medina Canelón
M.C. de la Academia de Historia del estado Carabobo.