Además de ser el primer santo del Líbano, la fama de santidad de Charbel ha traspasado fronteras y su tumba es visitada por cerca de cuatro millones de peregrinos cada año, no sólo cristianos sino también musulmanes, atraídos por su ideal de ascetismo y sus milagros.
El pontífice estadounidense y peruano lo puso como un ejemplo de cómo conseguir "el silencio a quienes habitan en medio del bullicio, la modestia a quienes viven para aparentar y la pobreza a quienes buscan las riquezas".
"Son todos comportamientos a contracorriente, pero precisamente por eso nos atraen, como el agua fresca y pura atrae a quien camina por el desierto", reflexionó.
Y recordó que, por eso, "cada 22 del mes, miles de peregrinos acuden hasta aquí desde diferentes países para pasar un día de oración y descanso del alma y del cuerpo".
Ante la tumba del primer santo libanés, el papa confió en su intercesión las necesidades de la Iglesia, del Líbano y del mundo.
"Para la Iglesia pedimos comunión, unidad; empezando por las familias, pequeñas iglesias domésticas, y luego en las comunidades parroquiales y diocesanas; y también para la Iglesia universal. Comunión, unidad. Y para el mundo pedimos paz. Especialmente la imploramos para el Líbano y para todo Oriente Próximo", afirmó.
León XIV destacó "que no hay paz sin conversión de los corazones. Por eso, que san Charbel nos ayude a orientarnos hacia Dios y a pedir el don de la conversión para todos nosotros".