Según denuncia Earthsight en su informe, más de la mitad de esta región ha sido talada para dedicar ese espacio a la agricultura, en especial en las últimas décadas. Durante el año pasado la deforestación aumentó un 43 por ciento. Esta destrucción, de acuerdo al propio Gobierno brasileño, provoca un impacto climático equivalente a la presencia de 50 millones de vehículos más cada año, mientras que, por la pérdida de su hábitat, cientos de especies enfrentan el riesgo de extinción.
Además, la situación ambiental se agrava debido a que cada año miles de millones de litros de agua dulce son desviados a los campos de algodón, que también son rociados con 600 millones de litros de pesticidas.
En este contexto, durante las últimas décadas Brasil aumentó notablemente la producción de algodón, especialmente en El Cerrado, donde se cultiva en rotación con la soja. Se espera, de acuerdo con el informe, que para 2030 el país sudamericano se convierta en el mayor exportador de algodón, por encima de EE.UU.
Sin embargo, el incremento de las tierras de producción hace retroceder a las comunidades tradicionales, ya que son forzadas a abandonar sus territorios, no pueden realizar sus actividades de subsistencia y son sometidos a vigilancia, intimidación y robo de ganado por parte de sicarios que responden a los grandes hacendados.
"El cultivo [de algodón] ha experimentado un auge en las últimas décadas y se ha convertido en un desastre ambiental", afirmó el director de Earthsight, Sam Lawson. "Si tienes ropa de algodón, toallas o sábanas de H&M o Zara, es posible que estén manchadas por el saqueo de El Cerrado. Estas empresas hablan de buenas prácticas, responsabilidad social y esquemas de certificación, afirman invertir en trazabilidad y sostenibilidad, pero todo esto ahora parece tan falso como sus arreglos de vidriera", lamentó.