Así fue como José Emilio Castellanos, quien nació en Caracas y se mudó muy joven a la ciudad de Barquisimeto, en el estado Lara, donde se formó, tuvo la oportunidad de entrevistar a Fernando Bustamante.
Por años trabajó como periodista en un reconocido medio impreso y en la Embajada de Venezuela en Washington, ciudad donde hoy reside. Durante su etapa en el medio logró dar con Bustamante, el conductor del vehículo.
En su momento, Bustamante aceptó conversar sobre el accidente y su relación con José Gregorio. Así que el 11 de junio de 1977 le realizó la entrevista, contando con serenidad lo que había sucedido ese día, cuando conducía hacia la esquina Urapal, y sin esperarlo, José Gregorio apareció delante del tranvía. En aquel entonces, intentó frenar, pero todo ocurrió en segundos. El médico retrocedió, perdió el equilibrio y cayó, golpeándose aparatosamente la cabeza contra el borde de la acera.
Bustamante aseguró que no huyó, solo se bajó del carro, lo cargó en brazos y lo llevó al Hospital Vargas, ya era tarde. José Gregorio falleció por una fractura craneal.
Desde ese instante, confesó que jamás pudo recuperarse del todo. Que vivió con el peso del accidente sobre sus hombros. Que rezó por él todos los días. “Yo no lo maté. Fue un accidente. Pero mi alma ha cargado con su muerte toda la vida”, dijo. “No hay un solo día en que no me acuerde de él. Siempre supe que era un hombre de Dios.”
Después de la canonización de José Gregorio, esta entrevista brilla como un testimonio que une humanidad, verdad y fe.