Mar de letras: ¡Que sean muchos más, maestro "Varguitas"!
Nos vemos en la próxima lectura, maestro; “Lituma en los Andes” me espera con paciencia en la biblioteca
Cultura.- Tomaré el atrevimiento de dirigirme a usted como “maestro”, incluso a sabiendas de que quizás nunca leerá esto, sin otro objetivo que el de ser fiel a una de esas cosas que usted es capaz de enseñar con su pluma: el amor incondicional por lo que se hace.
La primera vez que vi un libro suyo fue en la biblioteca de mi abuela. Sabía algo de su fama, pero debo confesarle que no pude terminar ese título; quizás no entendía que la literatura iba más allá del simple placer de leer, por irónico que suene.
Algunos años después, por motivos que yo mismo desconozco, terminé por hacerme fan del “Boom Latinoamericano” —ese movimiento del que usted es el último exponente en pie— y de todo lo que se escribe en esta región, convulsa y colorida en partes iguales.
Entonces, no solo redescubrí esas portadas antiguas, coronadas con un elegante “Mario Vargas Llosa” en la cima, sino que también las utilicé como trampolín para navegar en aguas nuevas, colmadas de García Márquez, Julio Cortázar, Alejo Carpentier, Jorge Luis Borges y compañía.
Y allí, en ese momento tan simple, pero que yo consideré tan trascendental en mi vida, empecé a aprender de usted.
No solo me perdí en sus libros, sino en los artículos de opinión a los que pude acceder y en las conferencias que dictó en universidades, cuyo contenido me pareció tan valioso, que consideré un milagro la idea de que estuvieran al alcance de todos.
Entendí, por su influencia, que los avances del resto del mundo pueden usarse para mejorar lo nuestro: lo latinoamericano —no me lo puede negar usted, maestro, luego de haber admirado a Sartre con tanto fervor y devoción y terminar escribiendo sobre el amazonas peruano y las desventuras limeñas.
Disfruté un montón la construcción de un personaje lamentable e histórico como lo fue Rafael Leonidas Trujillo en “La fiesta del Chivo”, o las ideas que comenzaban a asentarse en “La casa verde”, que le valieron aquel premio Rómulo Gallegos en 1967, en cuya entrega conoció a García Márquez.
También debo confesar que por momentos lo llegué a odiar, especialmente cuando desdoblaba la narrativa para confundir al lector en medio de una obra y llevarlo después a un punto de éxtasis y descubrimiento, en el que yace una de las más grandes virtudes de la literatura: descubrirse a uno mismo.
Por otro lado, lamento las numerosas críticas que tuvo que recibir por aquella infortunada entrevista a Borges, en la que fue víctima de un malentendido o de la inexperiencia de la juventud. Desde ese entonces han surgido comentarios irracionales contra su obra que yo particularmente considero injustos.
Ahora bien, sepa perdonar que no haya leído su obra completa. Entenderá que con 24 años se quiere leer todo y a todos a la vez, como si el tiempo fuera a acabarse mañana mismo, pero esa es una empresa que está destinada al fracaso absoluto.
En fin, agradezco haber coincidido en el mundo con usted y haber podido escuchar —aunque sea a través de la red— sus consejos para la literatura y la vida.
Nos vemos en la próxima lectura, maestro; “Lituma en los Andes” me espera con paciencia en la biblioteca, tras haberlo conseguido en una búsqueda de meses.
Feliz cumpleaños atrasado, don Mario Vargas Llosa. Es usted un bastión de la buena literatura y una gran inspiración para mí.