Cultura
Una librería de viejo en Valencia
El mercado literario venezolano ha vivido un acentuado deterioro durante los últimos años, aunque todavía hay personas que intentan rescatarlo
17 de diciembre de 2023
Cultura.- Cada mañana, mientras Valencia se sacude el letargo e inicia un nuevo día, Carlos repite religiosamente la misma rutina que ha seguido durante más de tres décadas. Abre las puertas de su kiosco, limpia el polvo de las cajas, ordena la mercancía sobre las mesas y se sienta a esperar a la clientela.

Casi siempre las jornadas comienzan con lentitud, impasibles, sin mucho interés por parte de las personas que frecuentan la zona. Carlos suspira; el sol se trepa poco a poco en el cielo. La gente sigue su curso. Hombres y mujeres caminan frenéticamente ignorando el pequeño local, sin saber que sobre sus estantes hay un tesoro escondido a simple vista…

Venezuela ha sufrido una regresión en el mercado literario durante los últimos años, o al menos eso es lo que afirman algunas investigaciones. El avance de la tecnología, la crisis económica y los cambios en los hábitos de la sociedad han derivado en el cierre de decenas de librerías en todo el territorio el nacional. De esta forma, la patria de Rómulo Gallegos, Arturo Uslar Pietri y Miguel Otero Silva, quedó reducida, en materia literaria, a unos pocos comercios que aguantan con gallardía una serie de transformaciones que también afectan —en mayor o menor medida— al planeta entero.


 
Aunado a esto, la literatura se ha convertido en un fenómeno casi inaccesible para gran parte de la sociedad, especialmente en el caso de los estratos menos favorecidos y las zonas populares. Las obras que se ofrecen en los comercios se han visto limitadas, en muchos casos, a una pequeña lista de títulos “rentables” (de crecimiento personal, en su mayoría), cuyo valor va desde los 15 hasta los 50 dólares en promedio.

La literatura resiste en pequeñas trincheras

Ante este panorama de tintes catastróficos, algunos héroes anónimos emergen de las sombras para intentar mantener a flote el buque de la ilustración y el conocimiento. Se trata de las “librerías de viejo”, ampliamente conocidas y respetadas en todo el resto del mundo. Este fenómeno consiste, a grandes rasgos, en comercios dedicados a vender libros usados o de segunda mano.

Precisamente a ello se dedica Carlos Quereguán, encargado del kiosco “El Consolidado”, ubicado en la calle Las Delicias, a unos treinta metros de la avenida Bolívar. Desde allí, sentado, mientras ve transcurrir la vida de la ciudad, defiende la cultura como uno de los últimos bastiones de la literatura que quedan en Valencia.

Su oferta de títulos pretende satisfacer la necesidad de diversos grupos de la sociedad, sin distinción alguna; en los estantes del puesto se ofrecen textos académicos, revistas, libros de autoayuda y, sobre todo, obras clásicas y contemporáneas de géneros narrativos. Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa, Julio Verne, William Faulkner y compañía, se refugian en “El Consolidado”, esperando a ser encontrados por algún curioso lector carabobeño que desee sumergirse en las profundas aguas de la literatura universal.



Tres décadas, tres bancarrotas

El trabajo que Carlos desempeña no es nuevo, de hecho, tiene ya 33 años como vendedor en el kiosco. No obstante, durante ese lapso de tiempo ha vivido una gran cantidad de vaivenes que lo han puesto al borde de sus propios límites —financieros y personales— y que han estado por provocar la clausura definitiva del lugar.

“Durante todo este tiempo quebramos hasta tres veces. Llegamos al punto donde tuvimos que reducir el precio, incluso por debajo del costo, solamente para subsistir. Entonces me decía a mí mismo ‘fracasé’, pero debía intentarlo de nuevo, y así lo volvimos a hacer una y otra vez”, recordó.

En estos momentos de adversidad, lo que le permitió seguir adelante con el negocio fueron las donaciones. Varios transeúntes comenzaron a acercarse para preguntar si podían cederle libros que tenían en sus hogares, pues nadie les daba uso. En algunos casos, llegó a recibir colecciones enteras que no habían sido abiertas. Todo esto le permitió diversificar su oferta, recibir nuevos clientes y recuperarse poco a poco.

De igual forma, la motivación que encontró para no rendirse fue la vocación por su trabajo y el cariño que terminó por tomarle al kiosco. “Según mi forma de ver el mundo y mis creencias, todo se dispuso para que yo vendiera libros”, sentenció.



Cultura y desigualdad, dos enemigas forzadas a convivir juntas

Una de las preocupaciones que tiene Carlos en su oficio es la falta de acceso a la cultura por parte de los grupos menos favorecidos económicamente, a raíz de la marcada brecha que existe en el poder adquisitivo de la sociedad.

Por su parte, las obras que se ofrecen en “El Consolidado” contrastan con otros locales de la ciudad en los precios de venta. Mientras el costo mínimo que manejan algunas librerías va desde los quince o veinte dólares, Carlos tiene a su disposición títulos que se venden hasta por tres dólares. Evidentemente, el valor depende de factores como el estado, la calidad y la demanda del texto, aunque en líneas generales cuenta con productos accesibles.

Sin embargo, Carlos considera que esto no es suficiente para salvar las distancias y que la brecha todavía está muy acentuada, lo que resulta preocupante. “En la venta de libros, el problema es el poder adquisitivo. Hay personas de escasos recursos que aman los libros, los adoran, pero sencillamente no pueden acceder a ellos. En el mejor de los casos, puede que lean algunas obras, pero llegarán a un punto donde no puedan adquirir más”, señaló.

Asimismo, reconoció que, aunque los precios de “El Consolidado” no son altos, gran parte de la sociedad no cuenta con los tres o cuatro dólares que puede llegar a costar un libro sencillo, y mucho menos con los quince o veinte a los que puede llegar una obra extensa y en buenas condiciones físicas (tapa dura, de poco uso y producida por una buena editorial).

A raíz de todos estos inconvenientes y su marcado sentido crítico de la realidad social, Carlos añora la desaparición de estas desigualdades que, a su juicio, son causantes de muchos de los problemas que el mundo vive en la actualidad. Sin embargo, no ha perdido en ningún momento su dedicación y paciencia a la hora de recomendar libros nuevos y atender a su habitual clientela, mientras a su alrededor la ciudad respira con su propio ritmo, bulliciosa y cálida en partes iguales. Quizás ese momento en que la cultura sea accesible para todos sí llegará algún día.
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VÍA Ángel Torres
FUENTE Editoría de Notitarde