Agradezco enormemente, de parte de Notitarde –que es vocero histórico de la comunidad carabobeña- y de todo el equipo que hace vida en sus espacios, la distinción que nos hace la Universidad Arturo Michelena (UAM) para compartir estas palabras en el marco de la entrega del “Reconocimiento Orel Sambrano a las Artes de la Comunicación”, en su edición del año 2025.
No pretendo usar esta tribuna para dar lecciones de profesionalismo o perfección deontológica, más bien hablaré desde la experiencia que otorga el trabajo duro.
Hacemos periodismo en una época de cambios, en un mundo convulso en el que comunicar se convierte en una ocupación imperativa, en un planeta en conflicto que demanda informantes eficientes y responsables. Como periodistas, nos enfrentamos a diario a una lucha creativa en escenarios polémicos, siendo testigos del desarrollo de eso que en unos años será conocido como historia; así documentamos y plasmamos los hechos, haciendo uso de diversas herramientas.
El periodismo se celebra en colectivo, por esa razón a este podio acudimos representando las voces de quienes nos obligan a suscribir un compromiso inquebrantable con la verdad, con el pueblo, con la gente, con los protagonistas de las historias. Recordamos también con la entrega de este galardón que homenajea al acucioso comunicador Orel Sambrano, aquella primera publicación periódica en Venezuela, la que hacía a Simón Bolívar irrumpir en 1818 con un naciente Correo del Orinoco; y celebramos, asimismo, una loable labor que exige y genera pasión.
En la actualidad, Venezuela reclama más que nunca periodistas entregados a la defensa del común, a las luchas sociales. En medio de campañas pesimistas y desestabilizadoras de los agoreros mercenarios del teclado, los comunicadores patriotas están llamados a despejar el panorama con la firme convicción de un porvenir que se gesta desde que la Independencia sembró su semilla en nuestros pueblos originarios, defensores de la férrea lucha contra el dominio de las grandes potencias. No por casualidad Bolívar bautizó al periodismo como la “artillería del pensamiento”.
El ejercicio del periodismo en todas sus formas, y a lo largo de la historia, ha sido y es un compromiso fundamental con la verdad; con la verdad por encima de todos los riesgos y amenazas. Hay verdades ensordecedoras que, por la misma libertad de palabra, peligran al borde del abismo imperialista; hay un pueblo inocultable convencido de sus capacidades y que ha demostrado cómo se construye un estado. Los carabobeños se reinventan, se crecen y dicen sí al trabajo, al desarrollo; y a nosotros no nos queda más que caminar junto a ellos. Esa es la verdad de Venezuela, la verdad de millones de ciudadanos que a diario emprenden, crean y aportan.
Si nos preguntan qué es el periodismo, respondemos con plena seguridad que es una habilidad desarrollada por escritores, fotógrafos, editores, analistas, locutores, un sinfín de especialistas empeñados en comunicar con absoluta probidad. Como periodistas, buscamos que se escuchen nuestras exposiciones, nos construimos, nos formamos con una amplia gama de saberes.
Saltan a mi memoria, como suele suceder en cuanta tarea productiva emprendo, las lecciones legadas por uno de los periodistas más emblemáticos y ejemplares de la historia nuestroamericana, el premio Nobel de Literatura Gabriel García Márquez, quien en un discurso pronunciado ante la quincuagésima segunda Asamblea de la Sociedad Interamericana de Prensa en octubre del año 1996, decía: “El periodismo es una pasión insaciable que solo puede digerirse y humanizarse por su confrontación descarnada con la realidad. Nadie que no la haya padecido puede imaginarse esa servidumbre que se alimenta de las imprevisiones de la vida. Nadie que no lo haya vivido puede concebir siquiera lo que es el pálpito sobrenatural de la noticia, el orgasmo de la primicia, la demolición moral del fracaso. Nadie que no haya nacido para eso y esté dispuesto a vivir solo para eso podría persistir en un oficio tan incomprensible y voraz, cuya obra se acaba después de cada noticia, como si fuera para siempre, pero que no concede un instante de paz mientras no vuelve a empezar con más ardor que nunca en el minuto siguiente”.
Se llega a aseverar que la comunicación social atraviesa una etapa de agonía producto de la revolución digital. Sin embargo, lejos de estar signado por la mortalidad, el periodismo está tan vivo como cuando hace unas décadas las salas de redacción bullían de comunicadores de los sectores más variopintos; lo vemos vivir en los ojos de estudiantes que abundan en estas aulas, en articulistas empecinados con escritura en demasía, en micrófonos que arrebatan declaraciones. En la era de los “influencers”, el periodismo se muestra evolucionando, abriéndose espacio y renaciendo.
Recordamos a quienes nos han heredado vivencias, herramientas, valentía; aplaudimos a los héroes del pasado que nos despejaron el camino con sus enseñanzas. El periodismo y las artes de la comunicación están repletos de grandes nombres, y Carabobo es una entidad que atesora a sus medios y personalidades renombradas.
En nuestra experiencia, esta es una tarea de la que se aprende haciendo, pateando calle, conociendo al humano detrás de cada relato, viviendo de cerca, comprendiendo más allá de lo superficial. Es este un ejercicio de empatía y acción.
Nos vemos obligados a mutar y, aunque es esa una eterna realidad, ahora, en 2025, el cambio casi podría conseguir arrollar a aquellos colegas negados a permitir el ineludible paso de la modernidad. Si bien es cierto que hemos sido designados para proteger las bases del periodismo en su esencia más profunda, también debemos rememorar aquello de que evolucionar es imprescindible para sobrevivir. Y es que el periodismo más que una profesión conforma un estilo de vida que ha demostrado su asombrosa capacidad de adaptación e implica reinventarnos y cuestionarnos constantemente.
En tiempos en los que la supremacía clasista se niega a desaparecer, debemos recordar con vehemencia que el periodismo no elitiza, ni divide, ni discrimina, ni excluye. Por ello, rogamos a las nuevas generaciones defender a capa y espada una vocación que da cabida a la justa inclusión sin condicionamientos y convocamos a evitar a toda costa que esta se convierta en la labor de unos pocos afortunados.
Volvamos nuestras caras hacia la gente, esa audiencia que espera ver reflejada en nuestros contenidos la realidad de su día a día. Pero esa gente no es siempre la que preferimos, así que agudicemos nuestros sentidos y hagámonos capaces de entender que no estamos arando en el mar, sino que permanentemente con nuestro esfuerzo revelamos fragmentos de vidas honestas. El estado Carabobo ya es ejemplo a seguir en todo el país por su pujanza; hagamos que se convierta en modelo de un periodismo para todos.
¡Muchísimas gracias!